domingo, 7 de abril de 2019

Aborto legal es vida

28 de febrero de 2019 Aborto legal es vida Por Marta Dillon No hay ninguna manera de sustraerse, el dolor y la rabia se sienten en el cuerpo como una náusea. Todo lo que está descripto en estas páginas duele: ojalá pudiéramos abrazar a esa nena hasta que vuelva su infancia, ojalá pudiéramos prometerle que ninguna otra va a pasar por lo mismo y que su cuerpo va a sanar y que va a crecer en libertad y aunque duela, que al menos su historia fue un punto de inflexión, el nunca más que necesitamos, el ¡basta ya! que no queremos enunciar más, queremos que se cumpla. Todos los relatos lastiman, se sienten en la piel, sabemos en el cuerpo de qué se trata la tortura y no quiero imaginar de qué modo se revive el cuerpo de quienes pasaron concretamente por la tortura. Frente a esto que sentimos –el plural es necesario, porque construimos plural cuando llamamos al año que pasó el año verde y porque en esa demanda dejamos, juntas y juntes, nuestras historias, nuestras experiencias, nuestras goces, la memoria común de ser expropiadas de nuestras decisiones libres y del juicio permanente sobre nuestros deseos–, no puede haber medias tintas: es aborto legal o crueldad explícita. Es aborto legal o avalar la tortura. Tiene que ser legal, porque aunque el aborto que reclamó la niña en Tucumán era legal, no se lo hicieron. Y ella siguió reclamando, junto a su mamá, aun mientras era tomada como rehén de la falsa moral, aun cuando era negada su subjetividad para que los promuerte romantizaran su embarazo, le tocaran la panza... Igual que se revisa una maquinaria, una incubadora, sin que les importe nada lo que ella decía, cómo describía la prolongación del abuso del “viejo”. Tiene que ser legal para que se termine la falsa oposición entre bandos equivalentes y antagónicos. No, el aborto legal es vida, el aborto clandestino es tortura y muerte. El 15 por ciento de los nacimientos anuales en nuestro país fueron gestados por niñas o adolescentes. Ocho de cada 10 embarazos de niñas menores de 15 son consecuencia de abuso sexual y violación. Son cifras oficiales, son las que se manejan y difunden desde el Ministerio de Desarrollo Social. Esos números son cuerpos, son historias, son deseos expropiados. ¿De qué moral hablan? ¿De qué vidas? No hay equivalencia entre pañuelos celestes y verdes, dejen de infantilizar nuestras luchas, hay deseo de libertad y autonomía que usa el verde como contraseña y hay pedagogía de la crueldad que exhibe el dolor como un trofeo, que puede mantener a una nena que llora para que la liberen como rehén de un discurso vacío de vida.

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